Agujeros en el alma

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A veces nos pasa. Sentimos un enorme vacío en nuestras vidas cuando alguien se va, e intentamos reemplazarlo con otra persona distinta, a sabiendas de que ese hueco es imposible de llenar. ¿Por qué entonces nos empeñamos en rellenar nuestra soledad y nuestros agujeros?

Evidentemente, este no es un tema puramente poly, como sabréis. ¿A quién no le ha ocurrido aquello de sentir la imperiosa necesidad de reemplazar a alguien por otra persona (o por algo)? El caso es que todos sabemos que las personas son irreemplazables, que cada individuo es dueño de su singularidad y de que la frase “un clavo saca otro clavo” contiene más mentira que verdad.

Dicho sea esto, creo que podemos decir que se puede violar la singularidad de la persona de múltiples formas: En primer lugar, como ya hemos mencionado, es absurdo llenar un vacío que ha dejado una persona con otra distinta. Nadie es igual que nadie, y cada persona lleva consigo un ADN completo de emociones, vivencias y sensaciones a experimentar, por lo que viviremos emociones diferentes con personas distintas. Cuando alguien te falta, la primera reacción es buscar un atenuante, alguien que te permita hacer más llevadero el trance. Pero nunca se llega a sustituir. Más bien resulta una especie de parche ante la herida de no tener a otra persona, por lo que, en cierta forma, nos valemos de terceros para aliviar esa pérdida. Un planteamiento tan egoísta en su base como cierto.

Tampoco dejamos de querer a una persona por la otra, es decir, en el amor no hay sustitutos posibles: no se deja de amar a una persona por el simple hecho de que otra se cruce en tu vida. Y es muy triste, porque aunque muchas personas han experimentado este tipo de vivencias, muchos muchísimos se han sentido en la obligación de escoger. Desde la experiencia del poliamor, se intenta luchar contra esta realidad autoimpuesta en la que se tiene que elegir entre dos individuos únicos. No digo que sea una solución o vía incorrecta, puesto que ante semejante encrucijada hay que reconocer que no todos estaríamos preparados y/o dispuestos a tomar la decisión de no elegir. H. me ha comentado alguna vez que él también ha experimentado esta sensación de estar incompleto cuando, por estar con una de nosotras, no puede estar con la otra. No conozco de primera mano esa sensación tan peculiar, pero tal y como él la describe, debe ser muy similar a los agujeros en los que pienso al escribir esto, porque se trata muchas veces de no poder compartir con ambas algo que realmente necesitas vivir con las dos, aunque sea un simple “tomar un café”. Parece inevitable en su caso que eche de menos a quien no está presente.

En definitiva, si alguna vez te ha tocado elegir, es posible que te hayas sentido los agujeros en el alma, esos pedazos que se complementan solo con una persona y que, pese a que haya personas-parche con las que llenas tu vida, nunca conseguirán completar ese enorme agujero que otro dejó.

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