TOXICIDADES II: CUIDADOS QUE SE VUELVEN TÓXICOS

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Hace un tiempo comencé a hablar sobre toxicidades, explicando que las relaciones poliamorosas, por el mero hecho de serlo, no deberían nunca entenderse como relaciones superiores o en un estatus más alto que otros tipos más tradicionales.

Por ‘toxicidad’ entendemos un elemento, generalmente interno en la pareja, que disrumpe el equilibrio y la armonía de las personas. No creo, bajo esta definición, que existan personas ‘tóxicas’ per se, sino que más bien me gusta hablar de personas con un comportamiento o unas actitudes tóxicas.

Generalmente se asocia el ser tóxico en una pareja con los celos, pero mi intención con esta serie de artículos que llevan en la nevera de mis notas unos pocos meses, era mostrar varias cosas: en primer lugar, que no solo se puede tener una actitud tóxica a través de los celos; y segundo, que en las relaciones poliamorosas existen otras toxicidades más allá de los celos.

Este post trata sobre los cuidados: explicaremos en primer lugar qué se entiende por cuidados de manera más global y ejemplificaré algunos casos más específicos en torno a las relaciones poliamorosas, para acabar comentando cómo, bajo mi punto de vista, esos cuidados pueden convertirse en comportamientos tóxicos para una relación poliamorosa.

¿A QUÉ NOS REFERIMOS CON ‘CUIDADOS’?

Según las conclusiones extraídas del Taller de cuidados celebrado en Poliamor Madrid de junio de 2016, los cuidados en la relación se pueden definir de la siguiente forma:

Podemos entender los cuidados como acciones destinadas a reducir el malestar y aumentar el bienestar, o como formas de demostrar aprecio, cariño o amor.

Tanto darlos como recibirlos puede proporcionar comodidad, seguridad, confianza y energía para afrontar situaciones difíciles.

Dar cuidados requiere empatía, comprensión y escucha, ya que cada persona tiene necesidades diferentes. Cuidar como queremos que nos cuiden puede ser problemático en casos en los que una persona no reciba bien cierto tipo de atención.

Por lo tanto, los cuidados se pueden interpretar como todas aquellas acciones que, dentro de una relación, pueden ayudar a estabilizar la seguridad de todos sus miembros, evitando situaciones de desigualdad, de desatención o desconfianza. Muchos van un paso más allá y lo clasifican en diferentes tipologías: algunas son más relacionadas con la comunicación y escucha activa y otras en función de unas acciones determinadas. También muchos recalcan en la importancia de darlos tanto como de pedirlos.

Es conveniente reseñar que los cuidados, pese a que se utilizan de forma prioritaria en los últimos tiempos en relación con los ‘nuevos’ tipos de relaciones, como el poliamor, también tienen cabida en otros tipos de relaciones más ‘tradicionales’, como por ejemplo las relaciones mono. Toda relación, sea del tipo que sea, necesita de una serie de cuidados, porque a fin de cuentas, si una relación no se cuida, se acaba rompiendo. Sea del tipo que sea. Prácticamente todos nosotros podremos recordar algún tipo de relación (de amistad, de pareja, e incluso una relación familiar) que, por la ausencia de unos cuidados mínimos, aunque simplemente sea el hecho de mantener el contacto, se ha acabado enfriando con el tiempo.

Entonces, ¿por qué se habla tanto de cuidados en el poliamor? Efectivamente, no son ni más ni menos necesarios que en otros tipos de relaciones, pero tal vez lo que sí sea cierto es que requieren de una atención diferente, que será tanto más delicada cuanto más compleja sea la relación. Por lo tanto, sí que podemos hablar de una serie de ‘particularidades’ en torno a los cuidados en el poliamor.

¿QUÉ PARTICULARIDADES PUEDEN TENER LOS CUIDADOS EN UN ENTORNO POLY?

En torno a una relación poliamorosa puede existir una tipología de ‘complicaciones’, o más bien de ‘cuestiones de importancia’ que no se pueden pasar por alto. La primordial, por supuesto, es el mismo hecho de tener que atender las necesidades afectivas de varias personas a la vez.

Seamos claros: una persona no puede de ninguna manera dividirse, ni tampoco puede duplicarse, por lo que es muchas veces complicado encontrar un equilibrio que se ajuste a las necesidades de todos los miembros. Recuerdo el comienzo de nuestra relación como particularmente duro en este aspecto, pues tanto R como yo exigíamos una serie de atenciones para no sentirnos emocionalmente ignoradas: por un lado, R necesitaba sentir que todo seguía igual para preservar su confianza, y yo, por mi parte, necesitaba dar rienda suelta a todo ese cúmulo de sensaciones que se viven al comenzar una relación. En muchos casos (creo poder hablar de la mayoría), al comienzo de una relación se invierte más tiempo con la persona con la que se acaba de estrechar el vínculo sentimental, y a los pocos meses, ese ‘hype emocional’ va poco a poco asentándose a medida que la relación se va estabilizando. Ojo, no digo que se pierdan las emociones ni la intensidad por el camino, sino simplemente que hay una mayor necesidad de pasar el tiempo con la otra persona hasta que se establece una rutina, por muy fea que nos resulte esa palabra.

Nosotros lo vivimos de esa forma. Al principio, yo sentía la necesidad imperiosa de (valga la redundancia) no sentirme una segunda en esta historia, al mismo tiempo que experimentaba ese mencionado ‘hype emocional’. Imaginad por un momento cómo se sentiría R ante esa avalancha de emociones y esa necesidad de estar todo el tiempo juntos. En cuanto a la persona poliamorosa, se necesitan grandes dosis de empatía para equilibrar la balanza y saber dónde se tiene que estar en cada momento, y en caso necesario, saber compensar a la otra persona cuando hay un riesgo plausible de que se sienta desplazada o no atendida como es debido. Por otro lado, tampoco debemos olvidar el papel de las personas que comparten a otra, como en el caso de R y mío: también necesitamos de mucha (muchísima) empatía para saber que H es indivisible y que el tiempo es de todos. Y es complicado, os lo aseguro. Desde mi lado del triángulo abierto, pese a que reconocía la posibilidad de que H debía estar también con R, a veces mi ego me jugaba una mala pasada y ese genio que llevo dentro me traicionó en más de una ocasión.

Pero no solo es el tiempo lo que hay que repartir. Desde la posición de H, es una continua lucha por compensar, compensar y más compensar. Y, aunque admitiré públicamente que yo no he dicho esto porque ha debido ser alguien que me ha hackeado el blog (ironía mode on), los cuidados no solo los reparte la persona que tiene dos o más relaciones. El tema de los cuidados debe ser siempre bidireccional (o incluso ‘tridireccional’, y de ahí para adelante, todo lo que le quieras echar). La empatía es cosa de todos, no solo de uno. Y, por supuesto, la empatía no solo se debe mostrar con la pareja, sino también con la otra persona aunque no se tenga una relación de pareja con ella, como es mi caso con R.

¿Y POR QUÉ PUEDEN GENERAR UN AMBIENTE TÓXICO EN LA RELACIÓN?

Hay innumerables razones por las que se puede generar un ambiente tóxico en una relación debido a los cuidados. Como todo, yo creo que el tema de los cuidados se debe tratar con mesura para evitar que ocurran situaciones indeseadas.

El mayor peligro que puedo imaginar es el de caer en la dependencia absoluta en tu pareja. Por mucho que nos duela, siempre hay una parte de las emociones negativas con la que tenemos que lidiar. Por ejemplo, el tema de los celos: no podemos abandonar a manos de la otra persona todos nuestros problemas de celos, como si fuera única y exclusiva obligación de nuestra pareja el solventarlos. En realidad, como expliqué en el post sobre los celos, existe una parte importante en la que se puede requerir el apoyo de la pareja, pero es APOYO única y exclusivamente. Los sentimientos de cada persona son justamente eso, de cada persona, por lo que nadie es más responsable de gestionarlos que uno mismo. Si uno se acostumbra a abandonarse para que alguien tenga que venir a rescatarlo, todas esas reacciones convertirán a la relación en tóxica.

Por otra parte, no debemos negar que el tiempo es tiempo, y nadie se puede desdoblar. Muchas veces las personas se han acostumbrado al sentimiento de estar todo el día compartiéndolo con sus parejas, e igualmente a la inversa (podéis ver que esto está relacionado con lo que se explica en el párrafo anterior). En nuestro caso, hay mucho tiempo que se puede compartir los tres juntos, pero no todas las relaciones se parecen a la nuestra. Por ejemplo, hay relaciones en las que los metamores no tienen por qué caerse bien, o mucho más sencillo: nosotros vivimos juntos y ganamos enormemente en tiempo aunque otras cosas en cuanto a la convivencia puedan verse afectadas, pero hay relaciones en las que dos miembros viven juntos y un tercero vive en otro lugar. Esto es solo por poner algunos ejemplos que me son más conocidos. ¿A que pueden complicar mucho el tema del tiempo? Por supuesto. Además, siendo sinceros, por muy buenos metamores que seamos, siempre tendremos una tendencia al egoísmo para pedir que nuestra pareja pase tiempo a solas con nosotras.

Y finalmente, a consecuencia del mal uso del tiempo en términos de excesiva compensación y cuidados a las personas que amas, puedes caer en el imperdonable error de no tener tiempo para ti. Creo que este punto es lo suficientemente claro como para no tener que parar a explicar por qué puede ser tóxico.

 

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