De lo sórdido y lo bello.

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Ocho años parecen un mundo cuando una echa la vista atrás, pero lo más irónico es que sientes como si hubiera pasado todo hace un par de meses. Aunque tengo recuerdos difusos, todavía tengo algunas imágenes grabadas del día en que, por primera vez, entré en un local. Era mi primera incursión en el ambiente liberal y en el mundo de las relaciones abiertas, y también lo era para el que fue mi acompañante aquella noche.

De las sensaciones experimentadas antes de entrar sí que me acuerdo perfectamente: una especie de vértigo confuso, mezclado con la inseguridad y el temor de encontrar algo que no me gustara. La sensación de estar metiéndose en un pozo oscuro y totalmente a ciegas en busca de sorpresas. Quizá esperaba que esta primera experiencia fuera más una especie de viaje iniciático hacia aquel mundo que se me antojaba caprichosamente lujurioso y fuera de mi alcance, pero resultó ser parecido a cuando te metes en un sótano sin luz y a tientas.

Poco paramos en la barra. Una copa y media más tarde una encargada del local nos paseaba por las decenas de salas del lugar. Recuerdo mucho rojo, algunos azules y una sala donde los cuerpos se amontonaban en lo que parecía ser una orgía de parejas. Demasiado para empezar. Mi cabeza funcionaba a mil por hora pero no era capaz de procesar toda la información y, lo que es peor, se me estaban rompiendo los esquemas de golpe.

Siempre he asociado el placer y el sexo con algo inevitablemente bello, estético, erótico y sensual. Sin embargo, aquellas imágenes que mi cerebro intentaba procesar no eran ni bellas, ni eróticas, y estéticas y sensuales ni te cuento. Para mí, lo que estaba observando era un amasijo de cuerpos enredados sin ton ni son: la perversión en su estado más sórdido. Y he de decir que la sordidez de los ambientes me carga bastante y me produce una tensión creciente hasta que, o bien consigo familiarizarme con el entorno, o bien olvidarme totalmente de su existencia. Fue más fácil lo segundo.

Durante aquella noche, no percibí lo que otras parejas liberales me habían descrito como “la sensación de caminar en la cuerda floja”. Follamos con una pareja más joven que nosotros, sí, pero fue algo rápido, insulso y extraño, que mi cabeza a fin de cuentas ha tenido a bien no seleccionar como un recuerdo importante. Incluso también tengo la imagen de estar en una especie de reservado con mi pareja sin darme cuenta de que el lugar estaba lleno de glory holes y, por lo tanto, de pollas asomando y esperando (infructuosamente) que me las metiera en la boca. Sin embargo, lo que sí recuerdo es la sensación electrizante de estar sobre una cama, donde ocho, diez, doce manos, de hombres y de mujeres, recorrían mi cuerpo mientras mi pareja me follaba. Ese placer egocéntrico, ese erotismo casi silencioso, quedaban muy lejos de lo pornográfico del comienzo de la noche.

En definitiva, fue una mezcla de sensaciones, con quizá mucho más peso de emociones negativas o “no totalmente positivas”. Esa misma noche creo que abandoné el local con un cierto regusto amargo que continuó al amanecer al día siguiente y analizar lo que había pasado el día anterior. Definitivamente, debía haber otra forma de disfrutar del sexo liberal que no implicara ser carne fresca en un local, pero esto lo he ido descubriendo a medida que sumaba pequeñas experiencias. A día de hoy ya no suelo perderme en las sombras de los locales, pero sí que he ido con cierta asiduidad a locales en los que, tal vez porque tenían menos afluencia de clientes, me he sentido un poco más cómoda.

Tal vez nos es necesario plantear que el entorno puede ser y es lo de menos si el morbo está presente.

2 thoughts on “De lo sórdido y lo bello.

  1. Dprvdo says:

    Es cierto que muchas veces nos dan una visión muy idealizada de los locales liberales y el ambiente swinger y a mi personalmente me parece que muchas veces es justo como lo has contado, bastante decadente en general…me ha alegrado verme identificado en lo que escribes….sigue así, te seguiré frecuentemente. Un besazo.

    1. Zittissima says:

      Muchas gracias por tus palabras… La verdad es que mucha gente disfruta de esos ambientes porque lo considera morboso, y no está mal… Simplemente no es el sitio donde más encajo, creo.

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