Sobrevivir a un (des)enlace

Wedding-Rings

2016, el año del poliamor

El poliamor no es algo universalmente válido. Creo que lo he expresado con cierta frustración y rabia durante los últimos meses en Twitter, fruto de la indignación acumulada durante mucho tiempo. Y esa es la pura verdad. Es una opción más, simplemente eso, porque tampoco las relaciones monógamas son algo universalmente válido.

2016 está siendo un año fructífero en cuanto a la expresión social del poliamor. He escuchado (y leído) mucho resentimiento acerca de la moda en la que parece haberse convertido. ¿La culpa? Nosotros mismos. Desde el activista fake que mete todo en el mismo saco hasta el que escupe tuits, ya sea a favor o en contra, pero sin saber realmente de qué va el cuento. Y es que esto del poliamor no puede seguir el curso de los últimos meses. Necesitamos, debemos saber que estamos jugando en un tablero complejo de sentimientos, emociones y egos. Es una experiencia maravillosa en tanto que a nivel comunicacional y afectivo me ha llenado como ninguna otra, pero es cierto que también ha sido motivo de mucho dolor para los tres en alguna ocasión.

En mi caso, hay ciertos golpes que podía haber encajado mejor con unos años más, o después de haber leído y aprendido lo que hasta hoy he hecho. Leer (pero sin quedarse en un solo libro, blog o autor) es lo que realmente me ha ayudado a gestionar todo con mucha más facilidad: leer sobre experiencias de terceros, o sobre maneras de encajar las cosas. Leer y analizar de forma crítica la lectura es lo que me ha ayudado a superar la experiencia más difícil de esta relación, que es la que narraré a continuación. No busco empatía ni consuelo; ni siquiera necesito que apoyéis mi postura al cien por cien. Lo que realmente me motiva es lanzar esta reflexión a modo de advertencia para que se sepa de qué forma se puede salir herido en una relación no monógama.

Lo peor de todo y aunque me joda enormemente, pese a que en mi historia había tres egos con sus sentimientos y emociones sobre el tablero, solo puedo hablar realmente con propiedad de mi dolor, por lo que únicamente podré compartir mi visión y versión de los hechos.

Hasta que la muerte les separe

Nuestro sistema, mal que nos pese, no está bien preparado para acoger otras opciones distintas a la monogamia más tradicional. ¿Por qué? Económica, judicial, social o religiosamente estamos preparados para vivir en pareja: es complicado alquilar una casa, o solicitar una hipoteca si no es en pareja. Existen algunos beneficios fiscales para parejas casadas (y con hijos). Cuando enferma un cónyuge, tienes (al menos supuestamente) el derecho a solicitar permisos para acompañarle en su enfermedad, aunque sea brevemente… Son solo algunos, pero imagino que si os concentráis, podréis nombrar algunas más. Y desde luego, nuestro país no está ni la mitad de preparado para el divorcio que para el matrimonio.

Pero no nos desviemos del tema. Al final, lo que cuenta es que, pocos meses después de comenzar mi relación con H. llegó el momento de que H. y R. pasaran por el juzgado para dejar su consentimiento mutuo de ser marido y mujer. Cosas de retoños.

Sí: se casaron. Sí: fui a la boda. Sí: me quise morir muchas veces.

Cuando H. me comunicó su decisión de casarse la tierra se abrió bajo mis pies. Me explicó sus razones con toda la paciencia del mundo, pero no pude evitar sentirme decepcionada y confusa. ¿Por qué ahora? ¿Por qué justo cuando llego a su vida? ¿Por qué no quedarnos como estábamos? Una mezcla de celos y rencor se apoderó de mí, aunque conseguí alojarlas en algún sitio durante un tiempo. Concretamente, hasta el día de la boda.

Fue muy heavy. Al menos para mí, que me convierto en una puta montaña rusa de emociones negativas cuando no sé gestionar las cosas, por mínimas que sean. El problema comenzó aquel día con el hecho de que el justificante para el trabajo contenía el nombre del que conocían como mi pareja en mi lugar de trabajo. Después de que eso se hubo solucionado, se sucedieron las emociones negativas, hasta tal punto que llegué a la noche con fiebre, malestar y el estómago hecho una basura. Al día siguiente no pude ir a trabajar porque me dolían todos los huesos.

Tardé casi una semana en recuperarme. Físicamente, me refiero. En cuanto a mis pensamientos autodestructivos ya era otro cantar. Malhumorada día sí, y día también, la idea de hacer las maletas e irme de allí me acompañaba constantemente. Las riñas eran por otro lado constantes. Sentía que mi salud mental se deterioraba casi más rápido que mi relación. Sufría un bloqueo emocional bastante chungo que me mantuvo durante un par de años como en una montaña rusa de la que no sabía bajar porque no conocía las instrucciones de la maquinaria. Me sentía segundona en una relación que no pareció tener rumbo alguno durante varios meses, y mi forma de pensar se trastocó, volviéndome mucho más fría y distante. Era como estar dentro de una persona que no era yo.

Aguas que vuelven a su cauce

No fue hasta hace poco más de año y medio cuando todo comenzó a serenarse. Había comenzado a leer y mi cabeza se estaba empezando a ordenar a medida que controlaba mis emociones. En realidad, nada había cambiado en mi relación, pues H. me seguía queriendo igual que siempre y habíamos ido, pese a todo lo negativo que he relatado, afianzando nuestra relación. Simplemente, había sido un bache mal encajado (muy mal encajado, de hecho) y tal vez demasiado temprano en nuestra relación, más por el hecho de la confianza que a veces necesito para expresar sentimientos que por otra cosa.

Esa experiencia quedó ya lejos en el recuerdo. La superamos, y a día de hoy, eso es lo que realmente importa. Pero me jode mucho, precisamente por estas cosas, que se frivolice con el poliamor, convirtiéndolo en un puto topicazo donde la gente pica en el anzuelo y se hieren los sentimientos de terceros. Lo que era una ‘experiencia divertida y estimulante’ puede llegar a convertirse en un infierno, si no se sabe gestionar correctamente. No valen los ‘yo no soy celoso’, porque no eres tu el que debe primar por encima del otro. No valen los ‘mi pareja acepta, pero a regañadientes’, porque todos los seres humanos tenemos un límite que a veces se traspasa.

Y eso duele. ¡Joder que si duele!

Piénsalo bien.

One thought on “Sobrevivir a un (des)enlace

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *