Hace poco os contaba el encuentro con mis suegros una vez supieron que eran mis suegros después de cinco años y pico de relación. Y es que el miedo a que no me aceptaran me comía viva por dentro, pero desde luego no debía ser peor que la sensación de saber de repente que tienes otra nuera más desde hace varios años, no lo sabías y a lo mejor te cuesta encajarlo y gestionarlo sin dejar de ser la persona que crees ser. Explicarlo a alguien que ya vive dentro de una sociedad en la que no caben este tipo de relaciones es duro, pero en realidad había una personita más que debía conocer qué ocurría en su familia, dentro de su casa.
Saber que tienes una nuera extra puede ser complicado, pero… ¿qué se sentirá al saber que tienes desde hace más de cinco años otra madre más? Vale, llamémoslo por su nombre y con todas sus letras aunque el término me ponga los pelos de punta: ¿qué se sentirá al saber que desde hace ya varios años tienes una madrastra? Me da vértigo tan solo el hecho de escribirlo y leerlo en su contexto. Quizá más vértigo que a ella misma. O tal vez no.
De hecho, esa misma pregunta fue la que le hicimos a la enana. ¿Qué tal sería tener a mamá por un lado como la mamá biológica de verdad de la buena y luego a Z como madrastra? «Raro pero bien», fue su respuesta. «Pero una madrastra de las buenas, no como las que salen en las pelis de Disney», que son un poco brujas todas. A todo esto, gracias Disney por el puto topicazo que has sembrado en las cabecitas de los niños y niñas desde hace décadas. Menos mal que de los críos todavía podemos esperar cosas mejores que de sus padres.
Raro pero bien. Me miraba, miraba a sus padres con esa ligera sensación de extrañeza que es normal por la puta intransigencia que el niño absorbe gracias al reflejo de sus mayores. Y no solo me refiero a sus padres, porque evidentemente la enana ha crecido con la capacidad de ver la vida desde otra perspectiva muy diferente de la que otros niños han sido educados para enfocar estas cosas, sino al entorno escolar, familiar y social en el que les toca zambullirse en la vida. Raro pero bien suena como una respuesta de las mejores que un niño puede tener, y al mismo tiempo no dejaba de tener la sensación de que su cerebro estaba intentando procesarlo y trabajaba a mil revoluciones por minuto. Después vino la sensación de estar rompiéndole los esquemas y que, por mucho que lo intentara, no había forma humana de rehacerlos en tan poco tiempo. Toma tus esquemas con los que estudiabas en la universidad o en el colegio, que alguien te diga que están todos mal y siéntate a hacerlos de nuevo en unos pocos minutos. Es imposible. Frustrante, confuso y agotador, también. Imagina cómo será para alguien que ni siquiera sabe hacer esquemas, sino que ha absorbido los que le ha facilitado el propio profesor, en este caso, los adultos que le han enseñado cómo funciona la vida.
Vi el nerviosismo en todo su cuerpo. La incapacidad de asimilarlo todo por completo debatiéndose con la necesidad imperiosa de hacerlo, porque nos quiere y quiere saber querernos como somos. En realidad no cambiaba nada pero lo cambiaba todo. Y su reacción era positiva ante el hecho de querer entenderlo porque nos quiere me hizo muy feliz, pero a la vez me partió un poco por dentro observar que, ante su incapacidad de procesarlo, inició la que creyó su vía de escape más segura. «Vale, pero voy al baño un segundo», dijo, y tras un buen rato en el baño para hacer pis, volvió a sentarse a la mesa con nosotros, eludiendo el tema de conversación que insistíamos en retomar, reflejando un nerviosismo que se asemejaba mucho a un arrebato momentáneo de hiperactividad.
Esa huida. ¡Qué familiar me resultaba! Al no saber cómo gestionar el asunto, ella intentó evadirse y retornar a su mundo y a sus charlas y juegos banales. Normal, por otra parte, sabiendo que todavía es pequeña y para ella el mundo de las emociones complejas todavía es un misterio. Si hasta yo misma soy especialista ahora, a la vejez, de escapar de esos sentimientos que no sé cómo digerir, ¡cómo no lo va a ser una niña tan pequeña y con un conocimiento tan limitado de la realidad!
Ella me quiere, y me da vértigo escuchar cada vez que me lo dice. ¿Quién sabe lo que va a ocurrir dentro de unos años, cuando todas sus emociones entren en conflicto perpetuo consigo misma y con el resto del mundo? ¿Seré algún día para ella la madrastra cabrona y egocéntrica de las películas, pero en versión poly-retorcida? ¿Confiará esta historia a la persona equivocada que intentará utilizarlo después en su contra? ¿Querrá verme como el avinagrado cliché de Disney cuando pasen unos años? Cada vez que pienso en ello me da la sensación de sumirme en un mar de dudas que, tal vez, no tenga mucho sentido cuestionarse ahora. Quizá lo mejor será vivir por y para el presente, y disfrutar de ese afecto mientras dure.
Qué vértigo da todo, por dios.
Creo que es uno de tus posts más sinceros y más auténticos, porque hablas de tus miedos actuales. Hasta ahora habías contado cosas y situaciones ya pasadas, que habías tenido tiempo de procesar y en algunos casos de asimilar. Este no es el caso. Son miedos actuales, presentes, que todavía los tienes delante y los ves cada vez que miras a la enana a los ojos.
Y es ahí donde está la valentía. En reconocer algo que te está pasando ahora y ser capaz de contarlo, según te pasa, según lo vives. Y a la vez, miedos compartidos que tendréis que gestionar y superar entre los tres. O entre los cuatro.
No sé cómo lo ves tú, pero yo veo mucho avance ahí. Al menos en la forma en la que eres consciente y tratas de gestionarlo.
Enhorabuena por ello. 😘
Gracias Curvy por esas palabras sinceras. Sí, supongo que tienes razón. Tras escribir el post me sentí mucho más aliviada y con las ideas mucho más ordenadas. Es que son muchos miedos y muchas sensaciones los que me dispara esta chiquilla 😊
Wowwww….que bonito!!! Y que valiente/s…todo va a ir bien..o eso quiero pensar yo conmigo mismo…
Voy a secarme las lágrimas…
Un besin
Gracias, Iñaki.