Reconozco que cuando comencé a experimentar sensaciones nuevas compartidas en pareja no tenía ni idea de lo que ciertos términos, como «swinger» o «relaciones liberales» significaban. Mi idea, por encima de todo, era la de probar un local liberal junto con mi pareja y esperar a ver qué tipo de sensaciones me aportaba la experiencia. Sin embargo, después de comprobar, como habréis leído en un post anterior, que los locales no eran lo mío, decidí junto con mi pareja (que por aquel entonces no era H.), replantearme la forma de vivir estas experiencias. Efectivamente, los primeros días estábamos más perdidos que un pulpo en un garaje, pero intentamos documentarnos para ver qué otras opciones teníamos.
Lo primero que me asombró y me desconcertó a partes iguales es el concepto de «swinger»: aunque el término “swinger” o “partner swapping” se refiere exclusivamente al intercambio de parejas (al menos en su origen), lo usamos también para definir otros tipos de relaciones liberales, como los tríos. Yo no tenía ni idea de que dentro de este círculo, no solo se permitiera la entrada a parejas, sino que también estaba abierto a singles. Y claro, los locales son un vivo reflejo de todo lo que puedes encontrar: aunque la mayoría tiene ciertas restricciones de acceso para singles, especialmente chicos solos, en muchos de ellos las parejas no son sus únicos clientes.
En este tipo de relaciones, aunque muchas veces genera confusión, no hay conexiones de tipo romántico con otras parejas, lo que no quita que exista cierto tipo de afectividad que nos lleve a forjar una sólida amistad con algunas parejas con las que tengamos más afinidad. La afectividad dentro de estas relaciones siempre me ha llamado poderosamente la atención por las formas que toma dependiendo de las situaciones, desde los casos en los que hemos construido pequeños vínculos de afinidad (y también enemistad, todo hay que decirlo), hasta amistades mucho más sólidas. Por otra parte, y como muchos estaréis pensando, sí que es cierto que puede surgir el amor o el romanticismo durante un intercambio, pero en ese caso ya no hablaríamos estrictamente de intercambios de pareja. Sin ir más lejos, la que aquí escribe se acabó enamorando hasta las trancas de H. a raíz de un intercambio de parejas.
Esta nueva forma de entender la sexualidad nos guía hacia una forma totalmente renovada de vivir y explorar nuestra sexualidad. Por supuesto, no se trata de una orgía desenfrenada sin más, sino que es un modelo basado en la confianza entre parejas. No debe entenderse, bajo ningún concepto, como el mejor camino para solucionar problemas de pareja que no se han sabido atajar de otra manera, aunque sí que es cierto que en muchas ocasiones (no todas) nos sirve de ayuda para salir de la fastidiosa rutina. En mi caso, con M. (mi relación anterior a H), no comenzamos a tantear en el mundo liberal por problemas de pareja, que igualmente los teníamos, ni tampoco por rutina, porque llevábamos muy poco tiempo. Nos llevamos un desengaño por muchos motivos, pero lo que terminó quebrando nuestra relación fueron problemas fundamentalmente externos a nuestras incursiones liberales.
Muchos dirán que este tipo de relaciones son puramente “engaño” o “cuernos consentidos”. Sin embargo, si comenzamos a desmembrar el concepto de engaño, podremos encontrar que no es exactamente lo que parece a primera vista: el engaño consiste en la violación de la confianza de tu pareja, o lo que es lo mismo, la traición*. Para no violar esta confianza, es necesario marcarse unas reglas basadas en el diálogo y, sobre todo, en el respeto mutuo. Fallo number one con M.
Por supuesto, este estilo de vida no intenta crear una visión única de las nuevas tendencias sexuales en la vida de las parejas, ni pregonar que la exclusividad sexual sea algo incorrecto. Es una opción, un estilo de vida sobre el que cada pareja o individuo construirá sus experiencias únicas, y desarrollará su sexualidad de una forma u otra (algunos preferirán simplemente el intercambio con parejas, los tríos o el flirteo, mientras que otros disfrutarán con más variedad de relaciones). Personalmente, disfruto mucho más del acto sexual en sí que del flirteo, que para mí es necesario solo hasta cierto punto. Sin embargo, H. es capaz de disfrutar ambas cosas con una amplitud que a mí me parece envidiable. Lo que está claro es que cada cual debe tener derecho a decidir y a ser escuchado, y nadie debe verse obligado o coaccionado a probar este tipo de experiencias si no está totalmente seguro.
No me gustaría concluir este breve artículo sin recomendar la lectura de algunos de los textos introductorios sobre las relaciones liberales de la sexóloga María R., que han sido fuente de inspiración cuando escribía estas líneas. Podéis encontrar los artículos completos en los siguientes enlaces:
Normas básicas en el estilo de vida liberal: http://www.lalunadecanuit.es/index.php/id/80/objeto/285/claves/Normas-Basicas-en-el-estilo-de-vida-liberal
Miedos e inseguridades en el estilo de vida liberal: http://www.lalunadecanuit.es/index.php/id/80/objeto/281/claves/Miedos-e-Inseguridades-en-el-Estilo-de-Vida-Liberal
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* Veaux, F., & Rickert, E. (2014). More than two: A practical guide to ethical polyamory. Thorntree Press, LLC.
Muy buen articulo y tu experiencia aporta vida a las líneas
Muchas gracias. Es importante (creo) que las experiencias se compartan para dar un toque más personal a lo que se escribe 🙂