A veces vuelven para hacer daño y poco después se marchan, casi sin hacer ruido… Son como sombras proyectadas en tu vida, que aparecen y desaparecen a su antojo… Y cada día notas su presencia más débil, más apagada, pero sigue siendo una constante en tu vida.
Hablo de las relaciones que dejaron una marca. Y creo que todos (o casi todos) tenemos de esas, porque no necesariamente tienen que ser relaciones de pareja. Algunas son mejores, y otras peores, pero todas esas marcas tienen en común una cosa: que para bien o para mal, permanecen ahí, todo el tiempo que a nuestra cabeza.
Esas huellas provocadas por sensaciones negativas, como la inseguridad, o el desapego, tienden luego a proyectarse en nuevas relaciones, sean o no de pareja, aunque aquí hable más en relación a la segunda. La reacción defensiva, que la llamo yo. Recuerdo que para cuando comencé mi relación con H. ya venía bien curtida, hablando de hostias, de mi relación anterior. Supongo que ambos nos hicimos mucho daño, y que yo tendría lo mío también, pero había marcas que las constantes infidelidades acabaron transformando en una inseguridad acojonante.
Y efectivamente, te toca pagarlas con quien tienes delante, que curiosamente es el que menos las merece. Recuerdo que esto lo explicaba Pamela Palenciano en su monólogo No solo duelen los golpes. Evidentemente, su experiencia era mucho más hardcore que la mía, pero sí que es cierto que te pones a pensar en todas esas “facturas” que le has ido pasando a quien no debías. Prácticamente esto nos puede pasar a todos en cualquier tipo de relación, pero os puedo asegurar que en una relación como la nuestra, es posible que, en muchas ocasiones pueda acentuar un problema que de primeras no tiene importancia. Hubo días que incluso le llegué a tratar poco menos que como a un traidor.
Los celos se acentúan a medida que tus inseguridades florecen para recordarte que…¡Ey, Zitta! Seguimos aquí y no te vas a librar de nosotras tan fácilmente. Y todo ese mejunje de sensaciones, de emociones pasadas que creías muertas, revientan en un día cualquiera, tras un comentario cualquiera y sin ánimo alguno de ofender, porque tal vez te toca dormir sola y justo ese día te hubiera gustado dormir con él. Revienta y te sientes la más gilipollas entre los gilipollas del mundo mundial, porque te has repetido una y mil veces que eso no te va a volver a pasar. Pero ahí estás, como siempre, metiendo la pata hasta el fondo. Hasta que se te pasa del todo y te olvidas. Te olvidas, por supuesto, hasta el día en que todo decide volver de golpe…
Puesto que los fantasmas habitan en tu cabeza, no debes infravalorar tu capacidad para vencerlos y cuando digo vencerlos me refiero no a hacerlos desaparecer sino conseguir que no tengan poder sobre ti.
Podemos ser dueños de cada recoveco de nuestra mente.