Miedo al cambio

change

Al comienzo de mi relación, recuerdo que sentí un miedo atroz. Miedo a enfrentarme a una situación nueva, miedo a no saber estar a la altura de las circunstancias, miedo a expresarme como nunca antes lo había hecho; en definitiva, no era más que un miedo irracional al cambio.

Pero, ¿por qué le tenemos tanto miedo al cambio?

Supongo que el enfrentarse a situaciones nuevas, como fue mi relación tan atípica e impensable todavía para muchos de los que hoy estáis más familiarizados con las relaciones no-monógamas, reaviva nuestras inseguridades. Te enfrentas a mil cosas nuevas: sentimientos, emociones y situaciones. Y claro, sientes miedo al pensar que puedes hacerle daño a alguien, pero sobre todo, tu miedo radica en el dolor que te pueda causar esa experiencia nueva. En algunas ocasiones en las que nos sentimos algo menos amenazados, ese mismo miedo puede derivar en una simple desconfianza hacia personas, sentimientos o situaciones. Las “amenazas” son muy diversas pero todas ellas convergen en un mismo punto: dolor. Miedo a ese dolor.

Siempre he sido una persona impulsiva, a veces hasta el punto de no medir las consecuencias que me podían acarrear ciertas cosas. De toda la vida me ha dado un poco igual, porque a cambio sentía que estaba viviendo mi vida con mucha más intensidad, pero recuerdo ese miedo al comenzar con H de forma muy vívida, como si fuera ayer. Cambiarme de casa, vivir permanentemente con H y su familia y no tener claro cómo iban a encauzar ellos dos (de forma individual y como pareja) ni la enana, ni cómo lo iba a afrontar yo, eso me aterraba. Os sonará muy a adolescente, pero sin ser una entendida del tema, me sentí atravesando una crisis de identidad. Ni sabía lo que yo era, ni hacia dónde quería ir con mi relación. Intentamos, en un primer movimiento, explicarlo a personas del entorno liberal. Muchos de ellos no lo entendieron, ni lo entenderán jamás, por mucha Ética Promiscua que se hayan leído. Nos topamos con las mentes acartonadas del ambiente swinger en España, y lo que en un principio pudo ser un avance, se transformó en un retroceso. Hasta tal punto fue así que desde entonces me dio miedo de contarlo, pero lo que es peor, vergüenza y sentimiento de culpabilidad, como si estuviera haciendo algo mal y se tuviera que arreglar o bien dejar a H, o que H dejara a R.

Me imagino que me fui curtiendo a lo largo de los años y de muchas conversaciones. He notado el cambio hasta en H que ya era hombre hecho y derecho cuando lo conocí siendo una mocosa. No es que ahora no tenga miedos ni inseguridades; lo que he hecho sobre todo es cambiar esos miedos e inseguridades por otros nuevos. Pero hay ciertas herramientas que conservo, y eso es lo que me llevo de todo esto.

Al final, va a ser que lo que cuenta es lo que uno aprende de las historias y situaciones pasadas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *