El templo a ciegas

 Hasta ahora me había limitado a contar ciertas cosas personales sobre mi relación, que como ya sabréis, puede resultar un poco peculiar aunque nosotros lo vivamos como lo más normal del mundo. Hoy, sin embargo, quería adentrarme en algo mucho más profundo y contaros los sentimientos tan contradictorios a veces que en los comienzos surgían.

Durante los primeros meses no surgieron demasiados problemas. Me mudé con H, con su mujer y su pequeña prole y… Bueno, la verdad es que con H. todo iba sobre ruedas. Ya sabéis cómo funcionan las historias de amor al principio. No obstante, nunca había vivido con niños pequeños. De hecho, creo que ni siquiera me gustaban, pero más que nada por mi falta de experiencia con ellos. Me aterraba quedarme sola con niños y no saber cómo cuidarlos bien, o que les pasara algo mientras estaban conmigo. Efectivamente, vivir con H. en ese sentido supuso un factor estresante pese a que no tenía ninguna obligación de ese tipo. Adaptarte al hecho de que tal vez no tengas la intimidad que necesitas fue otra de las pequeñas grietas. Creo recordar que no dormíamos una mierda.

Luego estaba el hecho de que no era capaz de verme como algo más que una amante, y por más que H. me explicaba una y otra vez, la verdad es que me sonaba muy a chino. Todavía, a día de hoy, a veces reacciono como si fuera amante en vez de pareja. Incluso los pocos amigos con los que alguna vez hablé del tema, me decían que saliera de ahí, que no me metiera en cosas de pareja. Y yo me ahogaba en mi propio desconocimiento. No sabía cómo gestionar las cosas, no tenía ni idea de que es totalmente normal no sentirte a gusto cuando los escuchas haciéndolo en su habitación, o de que debía exponer claramente si en algún momento necesitaba apoyo. Salvando todo lo que él me decía, yo no sabía absolutamente nada de que había más personas que tenían relaciones amorosas con más de dos miembros. Prácticamente, estábamos construyendo un templo a ciegas.

Mi situación laboral no era mucho mejor. Yo me había licenciado hacía menos de un año y, sinceramente, el mercado no mejoraba una mierda, sino que iba cada vez a peor. Mientras estuve en casa de mis padres pude encontrar algún trabajo temporal, suficientemente remunerado para alguien que todavía vive en el nido familiar, pero al volver a Madrid para trabajar (y supuestamente vivir con ese novio con el que al final acabamos como el rosario de la aurora) solo pude encontrar trabajos mal pagados, desplazamientos infinitos, cambios, cambios, cambios y más cambios. Hubo empleos en los que duré una semana, otros dos. Finalmente encontré algo más o menos estable, pero que me suponía estar la mitad del día en el transporte público. Algo, claro está, que no se correspondía con mis estudios y donde ganaba menos que una miseria.

Aparentemente soy una persona que no expresa emocionalmente el duelo hasta que revienta. No porque no quiera, sino porque parece ser que es mi mecanismo de autodefensa. Había dejado hacía muy poco también a mi anterior pareja, y aunque me pareció la mejor decisión que he tomado en mi vida (actualmente sigue siendo una de las mejores), una vez que el duelo se hizo visible lo complicó todo mucho más. Mi estómago iba cada vez a peor, siempre estaba cansada hasta decir basta, comencé a tener problemas serios de espalda y un día, extrañamente, comencé a llorar sin saber muy bien por qué. Lo hice muchos más días, estuviera H. presente o no. Él me decía que le impresionaba cómo luchaba, pero yo solo quería meterme en mi cama a dormir y olvidarme de las cosas que me hacían daño. Estar con H. era genial y cuando nos evadíamos del mundo era más que feliz, pero cuando volvíamos a la realidad nos costaba horrores.

En realidad os he expuesto mi visión sobre los comienzos porque es la parte que mejor me sé, pero éramos tres personas luchando con gigantes, cada uno a su manera y con su forma particular de gestionar las cosas. Y sin las dos otras partes, cuya visión aquí no está reflejada pero que me encantaría que compartieran algún día, esto tan bonito que hoy tenemos no hubiera sido nunca posible.

 

4 thoughts on “El templo a ciegas

  1. Mi Alter Ego says:

    A esto me refería cuando te decía que eres una valiente.
    Me he emocionado mucho leyendo este post, no tengo mucho que decirte, pero quería que lo supieras, porque no lo puedo evitar, soy una romanticona de mierda y me encantan las historias de amor, sean como sean y todas tienen sus dificultades, pero cuanto más reales sean más llegan, ya me entiendes. Solo quiero darte otra vez la enhorabuena y daros a los tres muchos ánimos para seguir luchando por el amor que queréis.
    Besos.

    1. Zittissima says:

      Muchas gracias guapa! Ahí seguiremos, cada uno tan distinto pero tan indispensable. Muchas gracias también por no dudar en aportar tus palabras con tanto cariño al blog 🙂

  2. María says:

    Eres una grandísima luchadora, que rema a contracorriente a pesar de la marea, a pesar del barco en el que navegues y a pesar la tripulación que reme a tu lado. En este caso, cuentas con una gran tripulación, pero también con un gran corazón que te llevará muy lejos!

    Mil besos…

    1. Zittissima says:

      ¡Ains! ¿Qué digo yo a esto? En realidad los luchadores son las otras dos partes. Yo me limito a intentar parecerme un poco más a ellos, jajajaja. ¡Muchísimas gracias por tus palabras! Espero que algún día le sirvan a alguien para sentirse menos solo.
      Un besazo y un achuchón.

Responder a Mi Alter Ego Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *